viernes, 19 de octubre de 2012

Receta para limpiar el alma.

Tome una cebolla blanca, muy grande. Tómela directo de la canasta de la góndola del supermercado (no espere a la feria del agricultor el sábado, no dilate por lo urgente aquello que es importante). Tome una cebolla blanca muy grande. Tome un cuchillo bien afilado. Introduzca, con cuidado y en la mitad de la cebolla, el cuchillo. Ejerza fuerza, presión y de un solo tajo pártala. Pártala a la mitad. Quítese las gafas. Deje que el humo de la liliácea se aspersione en su cara. Quite la piel seca, lento y con cuidado. Lleve el bulbo cerca de su pecho mientras ejecuta esta tarea.  Quite con cariño la piel seca, deje el resto expuesto. Tome la cebolla desnuda y píquela finamente. Acerque su cara y observe.  Ahora, permítase llorar. Sienta  cómo le brotan las lágrimas. Disfrute. Entrecorte su respiración para ejecutar un llanto más dramático. Deje brotar esas lágrimas. Si es necesario, curve su cuerpo hacia adelante. Paralelamente hunda sus dedos en aquel picadillo. Luego, limpie con ellos las lágrimas de sus ojos. Llore sin parar. Sofría sus lágrimas en aceite de oliva extra virgen. Pique en julianas el tiempo y en rodajas el espacio. Revuelva. Una vez finalizado el llanto, guarde la cebolla sofrita en el refrigerador. Usted lávese las manos con limón criollo, la cara con agua fría. Acuéstese a dormir y permítase soñar.

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