miércoles, 14 de agosto de 2013

ACERCA DE CÓMO QUEDARSE ATRAPADA SIN SALIDA. -Historia verídica de gabipeña-



En un día de empoderamiento y gestiones múltiples decidí ponerme mi vestido favorito, color gris ratón, de tela vaporosa perfecto para cuando una suda la nervia, cola más larga que la parte frontal por aquello del estilo. 

Resuelta la mañana de forma positiva, me regalé ir a almorzar a mi casa de previo a una cita en los tribunales (factor tiempo, importante). Para aclarar la mente y alcanzar un poco de paz abrí la puerta secundaria de mi casa (la odiosamente llamada " puerta de servicio"), ya que dispuse que esa entrada fuera mi jardín de macetas y tragaluz y las plantitas necesitan de aire fresco (yo también).

Almorcé de buena gana y atenta al reloj mientras los vientos cruzados refrescaban. Ya era hora de irme, pero antes no podía olvidar que tenía que cerrar esa puerta secundaria que da al vestíbulo del tercer piso del edificio donde vivo... Dejé la cartera y el celular en la mesa del comedor y coloqué el teléfono inalámbrico en la base correspondiente. Salí al vestíbulo y dejé la puerta principal abierta, para entrar de nuevo, una vez que cerrara la puerta secundaria. Estiré la mano para "jalar" la puerta y un viento bucólico e idílico entró desde el primer piso subiendo con prisa y travieso por las escaleras. Maloso el viento levantó mi falda vaporosa, cosa poco importante para mí en ese momento que jalaba la puerta, porque sabía que no había nadie cerca y ¡AY! cerré la puerta CON el vestido (tamaño poco de tela incluido) atrapado entre las bisagras.... Y en el piso no había gente.... 

No podía sacar el vestido de entre las bisagras, y la cartera con el celular estaba muy lejos, muy lejos. Me puse a llamar “HOLA VECINOS SOY GABIPEÑA LA DEL OCHO, UPEEE, VECINOS, VECINO DEL SEIS Y DEL SIETE, SOY GABIPEÑA AYUDA.” Nada... Me empezó a dar "nerviosismo" y me puse a llamar (casi gritar) al conserje del edificio “ALEJANDRO IUJU, ALEJANDRO SOY GABIPEÑA, AYUUUUDA AYUDAAAA SOY GABIPEÑA ACÁ DESDE EL TERCER PISO...” Pero luego me acordé que en ese lugar matan gatos, y me dio pavor que mientras estuviera atrapada sin salida, sin posibilidades de moverme, llegara el espíritu mata gatos y me hiciera un "macuá".

La hora, la cita, los tribunales, las bisagras, mi vestido, los gatos. Empecé a tirar dispuesta a romper la tela de mi vestido favorito, pero ¡no cedía! ¿Cómo llamar al cliente para avisarle? ¿Qué iba yo a decir en el despacho? "Señor juez no pude llegar porque me atrapé entre mi vestido vaporoso y las bisagras de la puerta del servicio por culpa del viento idílico. Sí señor juez, esa que llaman puerta de servicio, feo nombre ¿verdad? Diay señor juez, mis planticas necesitaban aire... y yo también. Es que el día estuvo muy socado... Sí entiendo, la agenda del despacho..."

En eso, caí en cuenta de todos los años que practiqué los cambios de vestuario entre telones de Gigirey. Recordaba cómo decía "tienen once segundos para cambiarse, ONCE SEGUNDOS" (ONCE SENGUDOS, leánse con acento cetáceo de Dory). Era eso o perder la audiencia, el cliente, el vestido. Primero la faja, y la escondí debajo de una maceta. Luego un brazo. Luego el otro. Antes de la decisión final grité ¿hay alguien? Nada. Me quité los tacones (tampoco quería caer escaleras abajo en ese estado), con los hombros fui subiendo el vestido rápido, rápido; mambo de hombros desesperados y ¡TAZ! fuera ropa. CORRA GABI CORRA, NO RESBALE, CUIDADO SE DESCONEJA, MÉTASE A LA CASA, EL VESTIDO AHÍ PEGADO NO IMPORTA, CORRA, ESO, TIRE LA PUERTA, QUE NADIE LA VEA. Y acá estoy, llegué un poco tarde pero todo bien.

Al final, nadie sabe en qué va a usar ese montón de cuestiones aprendidas a lo largo de la vida. Gracias Gigirey, por hacerme practicar los once segundos de cambio entre bambalinas.

El vestido quedó con una mancha de grasa del portón de un lado, un montón de arrugas del otro y un enorme susto entre el botón y sus ruedos. Qué cosas pasa una. Al final con mi cliente todo resultó bien.No me pareció lo propio explicar por qué llegué con la falda arrugada.