sábado, 14 de enero de 2017

Las flores sabias

Por qué me gustan las flores.

No es por lindas. Es por inteligentes. No es por las flores, es por las plantas (raíces, tallos, pistilos). No es por la planta solamente, es por la abeja o la mariquita. Y la mariquita por los pulgones y los hongos, y todo eso que llevan muchas veces las hormigas en sus patitas. Sí, las hormigas que se roban la comida y les encanta el azúcar. El azúcar del café que me tomo todas las mañanas. Ese que dicen unos que es malo y otros que es bueno y que yo no me cuestiono, simplemente me lo bebo porque me gusta y porque lo necesito. Necesitar no es malo, no es solamente bueno aquello que se racionaliza, se mide, se elimina, se consume en poquitos o mejor no. Es bueno también tomar café, sobre todo cuando amanece y uno se pone la armadura del día que sigue. Puede ser un buen día, un mal día, un día raro, un día divertido, o un día tenso. El día que nunca sabemos cómo será. Por eso me gustan las flores, porque nunca sé cómo será mi día. Porque las flores me dicen que aunque tenga una línea de vida pintada en mi cabeza, la Vida misma se muere de la risa con la idea, porque bien sabe que podría acabar muy distinta (esto independiente de cuántas tazas de café me tome al día y si el café es bueno o malo). Me gustan las flores como me gusta el café: porque sí. Pero además las flores son inteligentes porque son: están ahí y mueren y nada pasa. Pero en el ínterin dan alimento a las abejas, a las mariquitas, a los pulgones, a los hongos y a las hormigas (y a mí). Se adaptan al sol o a la lluvia, y no necesitan una taza de café para ello, tampoco armadura. No son ni armas ni son duras. Son. No “salen al mundo”, se abren a la vida. Por eso me gustan las flores: no por lindas, sino por sabias.